lunes, 23 de mayo de 2011

LA ESPADA DE DAMOCLES

Hoy, cuando alguien está al borde del peligro usamos la figura de la espada de Damocles. Para saber la simpática historia real de su origen, debemos remontarnos unos 400 años antes del nacimiento de Cristo. Dionisio, el Viejo, era rey de Siracusa. Más que rey, era un tirano de difícil trato y peor humor.
Un cortesano cercano a Dionisio lo tenía harto con su pequeña envidia que consistía en decirle a diario que un rey vivía mejor que nadie, con todo lo que quería, sin depender de los demás, sin presiones ni temores.
Un día, Dionisio se cansó de todo. Le ofreció al molesto cortesano ocupar su trono y la cabecera, claro, en un banquete próximo. Sería rey por un rato. El cortesano  no cabía en sí de la alegría y, por supuesto, aceptó.
Pero al sentarse en el trono advirtió que sobre su cabeza pendía una espada de tamaño nada despreciable y que estaba sostenida desde el techo tan sólo por una delgada cerda de caballo. 
El hombre se pasó la noche mirando hacia arriba, como los místicos, pero más cerca. No pudo comer, ni hablar, ni beber, ni pensar en otra cosa que no fuera el arma que sobre él reposaba y que podía cortar con su peso la cerda en cualquier momento.
Al final de la nerviosa noche el rey le dijo que así vivía un monarca cada uno de sus días, expuesto a lo peor y sin saber cuándo podría ocurrirle.
El cortesano, que se llamaba Damocles, entendió.
Y nunca más le quebrantó la paciencia a Dionisio con su pequeña envidia.
Imagen:Fotolog

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